lunes, 15 de diciembre de 2014

Un mundo feliz, Aldous Huxley.



Uno cree las cosas porque está condicionado a creerlas”. 

Esta frase es la explicación y la condena que le da substancia al mundo feliz, donde la dignidad es  reemplazada por una libertad prostituida a base de condicionamientos, soma e hipnopedia.    

Cualquier sociedad que aspira solamente a la felicidad termina por dirigirse a su decadencia, ya que la búsqueda de ella como última finalidad permite justificar cualquier acto o política, aun cuando estas colaboren a suprimir el libre albedrío. Al no poder encontrar alguna razón o algún motivo que sostenga duraderamente esa felicidad, se recurre a suprimir a como dé lugar la contradicción que grita que no es una felicidad verdadera, estableciendo así como paraíso lo que en realidad es una prisión.   

Bernard Marx y Lenina nos van mostrando el lado cada vez más frívolo de las costumbres que rigen esa sociedad que ha sepultado la consciencia, donde uno se empeña por elevar su posición a través de una vanidosa inteligencia y la otra está determinada a mantener su incomprensión intacta. En ambos casos nos encontramos ante la autosuficiencia ciega de la propia existencia, uno que clama poder porque cree estar por encima de todo y otra que está decidida  a evitar la angustia a cualquier precio.

Este reencuentro con la angustia como principio de una autocrítica y como medio para expiar las culpas es lo que reclama John el salvaje al decir impotente: Reclamo mi derecho a ser desgraciado”. Tras darse cuenta, gracias a Mustafá Mond (el abogado del diablo en la novela) que es inútil luchar contra esa sociedad que no busca ni necesita librarse del condicionamiento, el salvaje pretende encontrar en el trabajo y en el arrepentimiento la unión entre el espíritu y la naturaleza que le haga trascender; pero la cultura y la civilización no pueden detenerse, mucho menos pueden ir ya hacia atrás, así que nuevamente se precipitan a la barbarie en nombre de una sociedad perfecta.  



No hay comentarios:

Publicar un comentario