lunes, 15 de diciembre de 2014

Las Olas, Virginia Woolf.


Ilustrado por: Topiltzin Begines.
Pocas autoras o autores logran grabar en un libro su existencia con tanta maestría como Virginia Woolf lo hace en “Las Olas”. Difícilmente nos acercaremos al espíritu y pensamiento  de esta escritora inglesa en otro lugar que no sea su obra, aun si los buscásemos en los diarios y cartas que escribió ¿Por qué? 
Porque para ella la sinceridad en primera persona era algo imposible, el enunciamiento escrito de una verdad estaba limitado por la cantidad de ojos entrometidos que podrían leerlo sin tener que ver con la cuestión. “Los burlones y observadores espíritus que, incluso en la crisis y la vacilación del momento, se mantuvieron vigilantes, vuelven ahora en rebaño al hogar. Con su ayuda soy Bernard, soy Byron, soy esto y lo otro”. Es por eso que Virginia recurría a la novela, a la ficción para decir la verdad.

“Sólo la autobiografía es literatura, las novelas son su cáscara y, al final, se llega al meollo: o tú o yo”. Probablemente, en ninguna otra de sus novelas se cumpla mejor esto que en las olas. En un principio Virginia había considerado que la obra se llamara “las polillas” debido a que a estas se les observaba atrapadas en la corriente de aire, en ese flujo constante que hallaría mejor representación en el agua; elemento que fascinaba, con su terror y su esplendor, a la autora. Mediante la analogía (recurso propio de la erudición victoriana), de una ola que se forma, se detiene, retrocede arrastrándose para luego llegar a su punto álgido y finalmente romperse, conocemos la vida de Susan, Rhoda, Louis, Bernard, Jinny y Neville expresada mediante soliloquios existencialistas y alternados. La existencia cubre con su manto doloroso y abstracto a los seis personajes que solo encuentran escape a esas ilusiones autoimpuestas en Percival, su compañero de escuela,  en esa realidad llamada en un principio Percival.

Por lo común no dudamos de la existencia del suelo que pisamos, del árbol que parece resistir ese eterno fluir, de las olas que vemos romperse en la playa, para esos efectos todos somos realistas ingenuos. Pero en la novela, los personajes   se revelan, a través de las etapas de la vida, ante esa ingenuidad y pretenden expresar todo mediante una nueva realidad psicológica surgida del interior, de la más pura experiencia. No sabemos si Rhoda, la introvertida, es como la percibe Jinny la frívola, o si Bernard es tan escritor como Neville es tan culto pero  ahí comprendemos mejor que estos personajes son una mega-persona llamada Virginia Woolf , la cual busca representar ese silencio externo que resulta tan doloroso y abismal. La realidad ya no es Percival si no que es la muerte, y es contra ella que hay que luchar, lanzarse a su encuentro, aun cuando esto signifique dejar de existir. 

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