domingo, 5 de mayo de 2013

La gravedad del fracaso recurrente y el sin sentido de la victoria.

 Escrito por: París Jairo Javán.

Recientemente leí un artículo en un periódico de circulación local, la sección de tendencias atrajo mi atención pues en una de sus páginas aparecían dos de los hombres más ricos del mundo; Bill Gates y Carlos Slim.
La nota hacía referencia a una contribución por parte del empresario Mexicano con la pervertidora cantidad (para muchos de los seres humanos) de cien millones de dólares. Esto para apoyar a una de las iniciativas filantrópicas, del también empresario Estadounidense, que encabeza la fundación de Gates y su esposa. El proyecto busca “erradicar” de la faz de la tierra, la Polio, de una vez por todas y para siempre, en un plazo de 6 años. Ese es el reto, pues, se menciona que, lo más difícil es llegar a los cero casos. Sin embargo, Slim señala “atinadamente” que lo verdaderamente difícil es conseguir llegar a las poblaciones de mayor riesgo y más remotas. Por otro lado Gates menciona “de no tener éxito, sería un tremendo revés para el optimismo sobre lo que los hombres pueden hacer”.
Así como Sísifo y su mito, estos dos hombres revelan de una manera peculiar, una interrogante que tiene la vida cotidiana bajo la incertidumbre. Llegar a hacer; conseguir volver. La gravedad del fracaso recurrente no es para nada una antitesis de lo irracional de la victoria. 
Quiero poner sobre un momento de razonamiento, el alcance que puede tener la acción del hombre sobre si mismo y los demás. Más allá de estar empeñados –como Sísifo –a subir para luego bajar por pendientes imposibles*. ¿Qué repercusión tiene la acción lograda sobre un imposible pensado? ¿Qué peso otorga un creíble convertido en fallo? Personalmente, trato de otórgales el mismo valor a ambas situaciones, pero, a veces me es difícil darle un sentido a ambas, y decido, a una concederle esta etiqueta y a la otra atinarla en el sinsentido.

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