domingo, 18 de enero de 2015

1984, George Orwell.



Ilustrado por: Ramadam Karim
Los mejores libros son los que nos dicen lo que ya sabemos, dice un hombre llamado Winston, en algún momento de 1984. 
En esta novela Orwell no sólo nos dice esas cosas sobre la vida y la política que ya sabemos o que intuimos, no, él nos lleva más allá de ese saber cotidiano, nos lleva a una tensión renovadora, tan necesaria para llegar a lugares más profundos de la conciencia. Modificando un poco las palabras que Winston pronuncia, podríamos decir que los mejores libros son los que nos concientizan de lo que ya sabemos. Y libros como 1984, que despiertan así nuestra conciencia sobre lo que vivimos día a día, hay muy pocos.

Existe en 1984 un partido que vigila y controla todo lo que sucede en la vida no solo de Winston, sino en la de todos los habitantes. Este partido está dirigido por el Gran Hermano que gobierna con una severidad sin grietas, mediante una serie de principios llamados Ingsoc. A lo largo de la novela nos encontramos con un Londres que está en constante guerra, donde prevalece una perpetua borrachera de odio hacia las cosas que contradicen el sistema de verdades impuestas por el Gran Hermano.

Gracias al atisbo de conciencia que se va asomando en Winston y en Julia podemos conocer la forma práctica en que está administrada esa sociedad,  poco a poco van apareciendo esos mecanismos aplastantes que mantienen a la gente miedosa, enojada y fanática. De esos mecanismos sobresale la Neolengua que disminuye el arsenal de palabras para acallar la conciencia mediante un sonido repetido y rítmico, el doblepensar  que es el control sobre la realidad, saber y no saber para evitar así pensar sobre cualquier tema y el pasado mutable el cual hace posible que todo pueda ser verdadero.

Si la obra es tan vigente en nuestros días es porque confirma la crueldad y sadismo que existen y que han existido desde que nacieron las concepciones de política y poder. Con Michael Focault sabemos que el poder es el más inestable de los logros humanos, pero es el logro que con mayor ahínco y fuerza persigue no sólo el ser político, sino una gran parte del género humano. El poder por el poder mismo es el azote que viven países como el nuestro, en donde se vuelve ley aplastar y ser aplastado, cada vez con más crueldad, en donde el poder no solo es un medio, sino es el medio y el fin. Orwell nos trae a la consciencia todas esas intuiciones sobre el poder que ya sabemos pero que no nos detenemos a pensar, nos confirma que en la política lo importante es la mentira siempre adelantada a la verdad y nos hace darnos cuenta que hemos estado adormecidos tal vez demasiado tiempo. Quizá, tristemente para algunos y afortunadamente para otros, la resistencia ya no es suficiente, el mismo autor nos lo dice: Sólo el acto de rebelión les dará la conciencia, he ahí el problema.

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