Ilustrado por: Ramadam Karim |
Los mejores libros son los que nos dicen lo que ya sabemos, dice un hombre llamado Winston,
en algún momento de 1984.
En
esta novela Orwell no sólo nos dice esas cosas sobre la vida y la política que
ya sabemos o que intuimos, no, él nos lleva más allá de ese saber cotidiano,
nos lleva a una tensión renovadora, tan necesaria
para llegar a lugares más profundos de
la conciencia. Modificando un poco las palabras que Winston pronuncia,
podríamos decir que los mejores libros son los que nos concientizan de lo que ya
sabemos. Y libros como 1984, que despiertan así nuestra conciencia sobre lo
que vivimos día a día, hay muy pocos.
Existe
en 1984 un partido que vigila y controla todo lo que sucede en la vida no
solo de Winston, sino en la de todos los habitantes. Este partido está dirigido
por el Gran Hermano que gobierna con una severidad sin grietas, mediante una
serie de principios llamados Ingsoc.
A lo largo de la novela nos encontramos con un Londres que está en constante
guerra, donde prevalece una perpetua borrachera de odio hacia las cosas que
contradicen el sistema de verdades impuestas por el Gran Hermano.
Gracias
al atisbo de conciencia que se va asomando en Winston y en Julia podemos conocer
la forma práctica en que está administrada esa sociedad, poco a poco van apareciendo esos mecanismos
aplastantes que mantienen a la gente miedosa, enojada y fanática. De esos
mecanismos sobresale la Neolengua que
disminuye el arsenal de palabras para acallar la conciencia mediante un sonido
repetido y rítmico, el doblepensar que es el control sobre la realidad, saber
y no saber para evitar así pensar sobre cualquier tema y el pasado mutable el cual hace posible que todo pueda ser
verdadero.
Si
la obra es tan vigente en nuestros días es porque confirma la crueldad y
sadismo que existen y que han existido desde que nacieron las concepciones de
política y poder. Con Michael Focault sabemos que el poder es el más inestable
de los logros humanos, pero es el logro que con mayor ahínco y fuerza persigue
no sólo el ser político, sino una gran parte del género humano. El poder por el
poder mismo es el azote que viven países como el nuestro, en donde se vuelve
ley aplastar y ser aplastado, cada vez con más crueldad, en donde el poder no
solo es un medio, sino es el medio y el fin. Orwell nos trae a la consciencia
todas esas intuiciones sobre el poder que ya sabemos pero que no nos detenemos
a pensar, nos confirma que en la política lo importante es la mentira siempre
adelantada a la verdad y nos hace darnos cuenta que hemos estado adormecidos
tal vez demasiado tiempo. Quizá, tristemente para algunos y afortunadamente
para otros, la resistencia ya no es suficiente, el mismo autor nos lo dice:
Sólo el acto de rebelión les dará la conciencia, he ahí el problema.
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