Los días se suceden unos a
otros como las olas lo hacen en el mar, y la espuma surge de ese vaivén de las
olas, de la agitación de la que somos parte en lo cotidiano. Boris Vian utiliza
está metáfora para desarrollar una historia peculiar entre Collin y Chloé, dos
amantes que se conocen y que viven en un mundo fuera de lo convencional. El existencialismo estético,
el absurdo, la flexibilidad del lenguaje, la musicalidad y el surrealismo se
plasman hoja a hoja, capítulo a capítulo, en esta obra que desde el inicio nos
advierte:
“En
realidad, sólo existen dos cosas importantes: el amor, en todas sus formas, con
hermosas mujeres y la música de Nueva Orleans o de Duke Ellington. Todo lo
demás debería desaparecer porque lo demás es feo. Y toda la fuerza de las
páginas de demostración que siguen procede del hecho de que la historia es
enteramente verdadera, ya que me la he inventado yo de cabo a rabo”.
Collin posee una fortuna que
le permite vivir sin tener que trabajar y que también le permite tener un
cocinero propio: Nicolás, el eficiente discípulo de Gouffé. Entre Collin y
Cholé existe una relación muy particular, de amor mutuo y creatividad
espontanea. La vida de ambos se ve constantemente matizada y transformada
gracias a otros personajes como Chick, el admirador empedernido de JeanSol
Partre, Alise, sobrina de Nicolás, Isis y por supuesto Nicolás. A través de un
mundo exuberante, surrealista y cargado de ingeniosas ironías, vamos conociendo
las particularidades de la condición humana con relación al amor, a la
enfermedad, a la muerte, a la religión, a la guerra y al trabajo.
La obra fue publicada en
1947, y aunque en un inicio no fue abiertamente aceptada, con el tiempo se ha
ido consolidando en el gusto del público, sobre todo en Francia. Al no entrar
en la corriente de la literatura comprometida de aquella época de pos guerra,
(corriente de la que Sartre es uno de los principales promotores) y al tener un
enfoque más individualista, la obra cayó un poco en la marginación; pero al
plasmar la creatividad propia y la imaginación verbal de la manera en que lo
hace, Boris Vian permaneció en el gusto de los lectores franceses durante los
años posteriores, mismo gusto que se ha expandido a lo largo de estos años .Lo
que más refleja el estilo de Boris Vian es la llamada productividad en el
lenguaje, la que posibilita la construcción e interpretación de nuevas señales
y formas de enunciación con las cuales no ha habido un contacto previo (como
ejemplo basta mencionar el pianoctel que
Collin fabrica). La mayoría de sistemas comunicativos permiten construir y comprender un número
indefinidamente grande de enunciados inéditos, y Boris Vian es capaz de construir,
a través de su estilo, múltiples imágenes y enunciaciones que nos liberan
continuamente de la pesada convención sistemática de la lengua y de su
principio de identidad formal.
Es sabido que la tragedia es
usada en la literatura y en el cine como contraste o como preámbulo de la
comedia y pocas veces vemos que la comedia se convierta en preámbulo de la
tragedia. Estamos acostumbrados al orden de la tragicomedia y no a la comedia
trágica. Boris Vian rompe este paradigma de manera muy imaginativa y nos sitúa en la posición que en
libro describe el Doctor Tragamangos: “la
del desdichado náufrago cuya somnolencia acechan los monstruos voraces para
volcar su frágil esquife”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario